¿Dónde está mi azúcar?
Placeres (mal)juzgados...
Hay placeres arraigados a Mí por la propia Naturaleza, los cuales disfruto plenamente y sin “sentir culpa” al satisfacerlos, placeres normales que necesito para vivir porque mi cuerpo me los pide para funcionar, escuchar a todo volumen rolas de Aretha Franklin porque me traen recuerdos gratos, bailar música electrónica o soul y jazz por que me pone de buenas, comerme un litro de helado de chocolate si estoy deprimido, o doble orden de enchiladas de mole porque se me antoja, quedarme en cama todo el domingo (o cualquier otro día) porque quiero... También tengo placeres ligados a una homosexualidad anormal (porque si es anormal serlo) que jamás me harán culpable porque la religión (que no es igual a Biblia) dice que es malo sentirla y ejercerla, besar al wey con el que ande porque vuelo cuando lo hago, mamar verga porque lo hago y disfruto al máximo, mirar porno porque me excita, entrarle a una orgía para que no me cuenten, coger con mis (bizcochazos) amigos del americano o cogerme a mis vecinos boxeadores... ¡Con mota y poppers! Woooow. ¿Culpa? Naditaaaa!!!
¿Placeres culposos?...
#Yoconfieso
Para que escriban a placer...
Soy un animal
Gracias
El que recuerdo.
6:30 de la mañana...la alarma del despertador me regresó a esta realidad, recordándome que si no me apuraba, llegaría tarde a clases, ya que tenía que viajar 1 hora. Me levanté de la cama, preguntándome aun qué quería decir todo lo que había soñado, y cómo habría terminado todo ello. Me hubiera gustado que fuese como en las series de T.V.: "CONTINUARÁ". En las noches siguientes traté de buscar ese desenlace. Aun sigo en esa búsqueda....
Soñar o ser soñado
He leído poco al respecto y casi todo lo olvidé, pero desde pequeño sueño que vuelo. Recuerdo que mi hermana soñaba lo mismo, pero ya lo olvidó. En mi caso, lejos de olvidarlo, la habilidad de volar se ha ido desarrollando con el paso del tiempo. Cuando pequeño, sólo podía volar de pie y a un palmo de suelo. Tiempo después, al final de la adolescencia, comencé a dar grandes saltos que eran como vuelos pequeños, en los que quedaba suspendido sobre el suelo por algunos segundos. La sensación es tan real, que en más de una ocasión he creído que puedo saltar sobre charcos de varios metros y el resultado ha sido un par de zapatos mojados. Sin embargo, si alguien observara con atención, notaría que el tiempo que paso en el aire es ligeramente, sólo ligeramente mayor de lo usual. Hace un par de años comencé a dominar saltos mayores y a ejercitarme: saltaba ya sobre árboles y edificios pequeños. Estos vuelos mayores me llevaron a campos semidesérticos con árboles de hojas verde claro salpicando el paisaje aquí y allá. Uno de esos vuelos en particular me llevó a un lugar extraño: un edificio abandonado en el centro de la ciudad. En el piso a medio construir o derruir, no lo sé, había algunos chicos que parecían de la calle. No platiqué con ellos ni me pregunté como habían llegado hasta ahí. Por lo demás, recuerdo con claridad la esquina y la confluencia de las calles. ¿Por qué lo recuerdo tan bien? Pues porque meses después de ese sueño, pasé en automóvil por la calle que soñé y pude ver la escena, pero esta vez desde abajo. Lo curioso es que nunca había volteado hacia el edificio y la apariencia de la calle recién había cambiado debido a la construcción de nuevos edificios, pero yo llevaba años sin pasar por ahí. Bah, son sueños. ¿Quién podría prestarles más atención?
Una madre mirando el rostro de su tercer nonato hijo. Un hombre que llora al encontrar que la casa que ahora habita es idéntica a la que dibujó y olvidó diez años antes. Un chico que se reencuentra con otro después de caminar con los ojos cerrados durante varias cuadras. Dios imaginando al hombre que lo imaginó. El hombre imaginando al hombre. Sí, la vida es sueño y soñando creamos vida.
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