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Miles de Pasajeros
Lo dijo Carlos
el
24 de mayo de 2010
Miles de pasajeros, compartimos diariamente un pedacito de nuestro ser con otros, aunque no queramos o no nos demos cuenta.
Amo el metro, por muy terrible que pueda llegar a ser en ciertos momentos del día, creo que nada se compara con las vivencias y pensamientos de cinco pesos que se pueden dar a lo largo del camino. Me gusta, me gusta bastante, porque ahí recibe arrimón tanto la sabrosa güera con raíces si retocar, o el indito sin zapatos. El fresita pretensioso tienen que olerle el sope a la señora chaparrita y voluminosa señora que regresa de "La Merced" con sus veinte bolsas de verdudra que solo crean un olor mas sustancioso en el ambiente. El administrador, que seguramente chocó su Mercedes, y pensó que sería buena idea usar el metro para el trabajo, y así no quitarle por el día la Hummer a su mujer, se sienta junto a esa extraña mezcla entre hombre y mujer con cara de vicio que regresa de algún after. Chocan espaldas de marfil, con brazos de ébano, cabellos rizados, brillantes como el trigo, tocan mejillas color moca. Tal vez algo los une a todos, el rostro perdido, la melancolía en los ojos, el sentimiento de que el tiempo se pierde con cada estación que pasa. Algunas veces se asoma la risa de un niño, pero es ahogada entre la falda de su madre, el pantalón sucio del albañil, y el portafolios del abogado. Si no son tan diferentes señores, vean sus caras, como si todos fueran dirigidos a un destino incierto, desesperación. Como si la necesidad trajera consigo, si bien no una tolerancia como tal, un aguantarse las ganas de reprochar las diferencias. "Próxima estación...", se abren las puertas, y muchos continuarán juntos un camino, otros simplemente continuarán sus vidas bajo la luz del sol, olvidando cada una de las miradas que compartieron esa mañana, tarde o noche. Otros cuantos entran al vagón, pero ahora, al haber espacio, guardan su distancia. Ya no luchan contra las puertas para compartir un poco de su esencia, ya no batallan contra una ventana abierta para saltar dentro de aquella comunión. Ahí dentro todos son uno, pero uno solo, uno solo no es nada.
Para completar con humor:
Amo el metro, por muy terrible que pueda llegar a ser en ciertos momentos del día, creo que nada se compara con las vivencias y pensamientos de cinco pesos que se pueden dar a lo largo del camino. Me gusta, me gusta bastante, porque ahí recibe arrimón tanto la sabrosa güera con raíces si retocar, o el indito sin zapatos. El fresita pretensioso tienen que olerle el sope a la señora chaparrita y voluminosa señora que regresa de "La Merced" con sus veinte bolsas de verdudra que solo crean un olor mas sustancioso en el ambiente. El administrador, que seguramente chocó su Mercedes, y pensó que sería buena idea usar el metro para el trabajo, y así no quitarle por el día la Hummer a su mujer, se sienta junto a esa extraña mezcla entre hombre y mujer con cara de vicio que regresa de algún after. Chocan espaldas de marfil, con brazos de ébano, cabellos rizados, brillantes como el trigo, tocan mejillas color moca. Tal vez algo los une a todos, el rostro perdido, la melancolía en los ojos, el sentimiento de que el tiempo se pierde con cada estación que pasa. Algunas veces se asoma la risa de un niño, pero es ahogada entre la falda de su madre, el pantalón sucio del albañil, y el portafolios del abogado. Si no son tan diferentes señores, vean sus caras, como si todos fueran dirigidos a un destino incierto, desesperación. Como si la necesidad trajera consigo, si bien no una tolerancia como tal, un aguantarse las ganas de reprochar las diferencias. "Próxima estación...", se abren las puertas, y muchos continuarán juntos un camino, otros simplemente continuarán sus vidas bajo la luz del sol, olvidando cada una de las miradas que compartieron esa mañana, tarde o noche. Otros cuantos entran al vagón, pero ahora, al haber espacio, guardan su distancia. Ya no luchan contra las puertas para compartir un poco de su esencia, ya no batallan contra una ventana abierta para saltar dentro de aquella comunión. Ahí dentro todos son uno, pero uno solo, uno solo no es nada.
Para completar con humor: