Haciendo hot cakes
Tengo dos hermanos. Mi hermano el mayor no quiso, no pudo o no sé qué onda, pero no recuerdo que se fuera con mi hermano el menor y conmigo a ninguna de estas estancias de varias semanas en casas de tíos. Se perdió de una muy buena experiencia de acercamiento con nuestros primos.
En Cuernavaca, en especial, fue un verano muy agradable porque mis tíos abuelos Jaime y Dulce, y uno de sus hijos, Armando, tenían alberca en su casa. La alberca de mis tíos abuelos terminó con el agua asquerosísima después de algunos días de intenso uso y por eso nos tuvimos que pasar la siguiente ocasión a jugar en la alberca de la casa de mi tío Armando. Ese verano también jugamos mucho andando en motocicleta. Una moto de mi tía Maru.
Todos los primos la pasábamos bien, pero en especial, mi hermano Juan, mi primo Juan también (el mayor de todos), otro primo, Mauricio (el menor de todos) y yo, son los que recuerdo que nos divertíamos más. De hecho, después el grupo se redujo más porque un verano no pude ir yo y a partir de entonces era el trío de los dos Juanes y Mauricio los que eran conocidos por su unidad. Ni modo. Así son esas cosas.
Pero bueno, lo que les quería contar era de una vez que estábamos en casa de mi primo Juan, el mayor de este cuarteto. Llevábamos ya varios días jugando, saliendo a varios lugares y haciendo muchas bromas, travesuras de niños, etc. Tendríamos entre 8 y 13 años todos, algo así. No sé por qué, mis tíos no estaban en casa. Mauricio, Juan mi hermano y yo nos habíamos enojado con nuestro primo Juan, el de la casa donde nos estábamos quedando. Como era tarde, nos dio hambre, y mi primo Juan se fue a la cocina a hacerse algo rápido de cenar. Mi hermano, Mauricio y yo no sabíamos cocinar nada, pero también teníamos hambre y el primo no nos invitó de lo que se preparó porque estaba enojado. Lo que resolvimos fue hacer hot cakes. A fin de cuentas, la receta estaba en la cajita, ¿no?
Mauricio, mi hermano Juan y yo comenzamos a sacar ingredientes y seguir los pasos de la receta. Todo iba bien hasta que llegó el momento de echar la masa al sartén. No sabíamos cuánto tiempo dejar los hot cakes en el sartén y por voltearlos muy pronto se deshacía todo y nos terminaban quedando unas bolas de masa que por fuera estaban quemadas y por dentro estaban todas chiclosas. Las íbamos poniendo en un plato de todos modos con la esperanza de poderlas comer después. No importó cuántos intentos hicimos, ni un solo hot cake quedó bien. Al ver la porquería que habíamos hecho, estábamos listos para tirarla hasta que a alguien de nosotros se le ocurrió que si de todos modos la íbamos a tirar a la basura, ¿por qué no usábamos las bolas para aventarlas a la casa de alguien? Lo sé. Eso no se debe hacer, pero obvio que no se puede esperar que tres niños sin supervisión tomen las mejores decisiones.
Le dijimos al primo Juan, a quien le gustó la idea y con eso nos reconciliamos. Había una vecina que no nos caía mal, pero todo el mundo la traía en salsa, así que la agarramos de objetivo. Usaríamos las bolas de masa semi-cocida que teníamos como proyectiles para bombardear su casa.
Salimos con todo cuidado para no ser vistos. Procuramos caminar en la oscuridad. Repartimos las bolas de masa, apuntamos y las arrojamos. Nadie nos vio. Nadie en la casa siquiera se dio cuenta. La casa tenía una jardinera en la fachada, por lo que las bolas de masa, al caer manchaban un poco la pared, sí, pero la pared estaba sucia de todos modos porque era una calle muy transitada, y al caer las bolas de masa, se perdían entre las plantas. Lo más seguro es que nadie hubiera notado que había masa ahí porque las plantas pueden haber absorbido lo que arrojamos como si se tratara de abono. Lo cierto es que nadie nos descubrió, fue muy divertido, y no hicimos daño a nadie. Al menos eso creo, porque nadie nunca nos fue a reclamar, o acusar, o a pedir que limpiáramos nada.
Esa fue la primera vez que hice hot cakes.