Naturaleza mentirosa
¿Aplica también esto para la especie humana? Los ejemplos antes descritos tienen un común denominador: mienten por instinto. Nosotros no. Nosotros lo hacemos a conciencia. Al nacer con la capacidad de raciocinio, discernimiento y libre albedrío, y conforme vamos desarrollando estas aptitudes se nos presentará siempre esa disyuntiva ¿mentir o no? Puede que, de cierta forma, apliquemos algo de ese instinto de conservación al mentir. Cuando lo hacemos por proteger algo o a alguien. Hace unos días, en uno de los comentarios, alguien expuso que se ha mentido en muchas ocasiones para salvar vidas. Eso es inobjetable. Y hasta loable. Pero son casos extremos, y muy raramente en nuestra vida nos vemos sujetos a esas situaciones. Ahora, volviendo a nuestra cotidianeidad, a sabiendas que al mentir hay consecuencias que no son mayormente benéficas ¿cuál es, entonces, el punto de no ser veraces? ¿se trata, simplemente, de algo inevitable? ¿por qué nos cuesta tanto decir la verdad? ¿es miedo, acaso? Pero ¿a qué? Me viene a la mente un diálogo entre Jack Nicholson y Tom Cruise en A few good man:
-¿Qué es lo que busca?
-¡La verdad!
-¡Usted no puede manejar la verdad!
Crudo y drástico ¿no? Pero reitero el punto ¿qué hay de malo en decir la verdad, que la mayor parte de nosotros nos vamos por el lado opuesto? ¿es porque no podemos manejarla? Hay que tener en cuenta que, al iniciar una mentira, tendremos que inventar muchas más para sostener esa primera que dijimos. Es como la presa de la araña del primer ejemplo. Queriendo zafarse, se enreda más. Y lo digo por experiencia propia. En ese proceso de aprender de los pasos no han sido pocas las ocasiones, lo confieso, en que opté por inventar cosas que no eran, o decir verdades a medias, u ocultar cosas que sabía. Todo lo cual es, llanamente, mentir. Y las consecuencias no fueron buenas. Quisiera decir que he aprendido la lección y que ahora soy una persona que dice la verdad a toda costa, pero mentiría. En lo que no mentiría es en decir que todo ello me ha vuelto más cauto, y que antes de provocar una situación que me lleve a mentir, es mejor evitarla.
Tal vez suene muy ingenuo, pero si las mentiras, esas realidades alternas, dejaran de permear tanto todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas, éstas serían muy diferentes. Y para bien. Puede ser ¿por qué no intentarlo?. Le cedo la última palabra a Lucy, uno de nuestros ancestros (si es que acaso no nos mintieron los paleontólogos):