Primero en todo...

Nervioso e intenso, así descubrí mi primera vez, aquélla que llegaría en un lejano país, con un nuevo idioma que ahora se convertiría en mi manera de expresión y comunicación, con esa maleta llena de esperanza y nuevos sueños que me podrían dar mejores herramientas de trabajo, y podrían convertirme en alguién más calificado, más sabio y más comprometido.

Un vuelo me esperaba para llevarme fuera de mi país y las lagrimas de mamá en una central de autobús me habían dejado devastado. Sabiendo perfecto que eran varios los años que me separaban de la familia decidí empecar en una maleta todo lo que era necesario para poder iniciar un crecimiento interno que necesitaba hacer.

Con mi primera vez describrí la traición y la amistad, los sueños y las pesadillas, así como todo lo bueno y lo malo que podría pasarle a alguién, almenos según yo.

Cuando ocurrió mi primera vez, el amor murió con la esperanza de ser un fénix que resurgiría de las cenizas, cosa que no ocurrió y me dejo la primera herida capaz de acabar con todo lo que creía de él. Ahora sé que el tiempo es sabio y que esas heridas siempre cierran y la fortaleza creada por ellas, tan profundas, será siempre el cimiento de las creencias en las cuales se basa el verdadero sentimiento del amor.

La primera vez en la traición fue la peor de todas, el sentimiento de miedo por primera vez me inundaba, el necesidad, la desesperación y la soledad completaban ese miedo que me quitaba el sueño por la noche y me orillaba en pensar en renunciar a todo lo que quería, los supuestos amigos habían demostrado realmente quienes eran y me habían dado la espalda apoyados en la mentira, que sentada en la sala se reía de mí. Esta vez la miré a los ojos y decidí que sería la primera vez que con todo el coraje del mundo me demostraría que podría hacer bien las cosas. Ahora tenia el control de mi vida y tenía que vencerla por completo. Ese día probé por primera vez el sabor de la victoria, el sabor de el festejo interno que me había llevado a ser mejor que nunca y demostrar que era yo el que valía lo suficiente como para nunca dejarme vencer. Con estas primeras veces en muchas cosas, ya había experimentado muchos miedos, muchos sentimientos y esperanzas llegaban al punto de ser lo que movía mi ser.

Aún hacía falta algo, mi familia y amigos estaban lejos y la necesidad de sentirme de nuevo querido y extrañado era cada vez mayor. Recuerdo un día en el que estaba sentado bajo un árbol leyendo. Cerca de mí estaba un joven que me observaba y con mucho ánimo se acercó, dijo su nombre, me ofrecío la oportunidad de trabajar con él sin conocerme y con el paso de los días se convirtió en mi salvador. Pero eso no era todo, una noche mientras cerraba el restaurante donde trabajé con él, se acercó y tomándome de un brazo, el beso más intenso marcó el día. Ese día por primera vez sentí la esperanza de volverme a enamorar.

La primera vez que el frío corría por mis huesos sentí que quería ser abrazado, quería ser protegido y quería ser resguardado. El blanco de la nieve a diario me llevó a la desesperación y eso me enseño por primera vez a mantener la calma, a respirar y a ver la nieve hacerse sólida en la ventana. Aprendí a extrañar por primera vez a mi familia ya que ellos estaban lejos y tenía inmensas ganas de verlos; extrañé por primera vez en beso tierno de mi madre y risa de mis hermanos, la gentileza de la abuela y el compartir la mesa con los seres que más quería; aprendí por primera vez a valorar a quién más quiero en la vida. Aprendí a vivir con fe de los que amas en el corazón, porque sólo ellos te alientan a resistir l as más duras nevadas, las más intensas lluvias y a que el tiempo vuele como si fuera un río enorme que se lleva las cargas que llevamos a cuestas.

La primera vez que aprendí a hablar con el ser supremo a quién adoro y pido consuelo, ante el corazón roto, los sueños desplomados y la falta de esperanza, aprendí por primera vez a no pedir sin entregar primero para pedir algo a cambio.

... Esa fue la primera vez.