descubrir, "saber" y SABER
"¿Cuándo lo supiste?" en referencia a la identidad sexual es una pregunta que me desagrada. En primer lugar, la gente claramente heterosexual (un 80% a 97% de las personas, según qué fuente se consulte, qué parámetros se escojan y de qué país, ciudad y cultura se hable) no "descubre" en ningún momento que le gusta la gente del sexo opuesto, simplemente hace su vida normal, se enamora desenamora, busca sexo, lo obtiene, se empareja y desempareja sin tener que dar mayor atención a su identidad sexual ni explicación alguna a nadie. Para la mayoría del resto, por el contrario, y con la excepción de algunas contadas urbes, no sólo existe un momento de toma de conciencia de su diferencia, sino que ese momento marca con aterrante facilidad la vida de uno: puede ser un rayo de éxtasis esclarecedor, o de profunda tristeza y decepción, o incluso de temor; puede unirlo estrechamente a uno a los suyos, o hacerlo perderse en la soledad. En segundo lugar, ese "lo" en "¿Cuándo lo supiste?" generalmente no se refiere sólo al descubrirse diferente de los otros, sino a la interpretación que se da al "descubrimiento"...
Como la mayoría, no había nada que descubrir mientras me enamoraba varias veces de compañeras y amigas desde la infancia hasta la adolescencia. Pero, al enamorarme un día de un compañero de clase, "supe" que era gay, ya que la lógica decía que, si un hombre siente atracción hacia otros hombres, eso es lo que es. Y con ese "saber" llegó soledad, tristeza, algo de vergüenza y algo de enojo porque la vida se acababa de complicar injustamente. Después, ya más o menos en paz con la nueva identidad gay e incluso emparejado, conocí a una mujer que me hizo perder completamente la cabeza y descubrí que la dicotomía gay-hétero era falsa, y "supe" que era bi. Y, con ello, llegó cierta euforia porque comprendí muchas cosas, preocupación sobre cómo manejarlo en la práctica, y extrañeza ante cierto rechazo por parte tanto del mundo heterosexual como del homosexual. Después, habiendo realizado distintas salidas del clóset (según la identidad en curso), y después de libros y más libros, y discusiones, y reflexiones, personas y relaciones, vi que, aunque en su momento la identificación como heterosexual, homosexual y bisexual sirvió su propósito, esas palabras no me liberaban, sino que me limitaban, estaban bañadas en expectativas culturales de comportamiento, y me rehusé a identificarme más así, accediendo a valerme del anglicismo queer sólo como último recurso.
Y sin embargo, también supe en ese momento que, cuando uno no está de humor para ser activista de la diversidad sexual e individual y desea descansar de dar explicaciones sobre la subjetividad de nuestras definiciones y lo relativo y poroso de nuestras categorías, se evidencia la necesidad del otro de ubicarnos y, repentinamente, nos vemos interpretados como gays (homosexuales), bis, bugas (heterosexuales), "hombres de verdad", "locas", monógamos, polígamos, solteros, emparejados o casados según la hora y día de la semana en que nos hayan conocido (o, tal vez mejor dicho, desconocido).
"¿Cuándo lo supiste?" en referencia a la identidad sexual es una pregunta que me desagrada.
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