Mas bien lecciones...
Lección 1: No hagas el ridículo por querer saber el futuro, mejor vive y ya sabrás que es lo que viene... o también podría ser... nunca cargues dinero o podrías gastarlo a lo idiota.
Cuarto para las ocho, con cita a las ocho en punto y algo lejos de mi destino. Bajé apurado del metro, tenía que transbordar, y el camino al otrometro implicaba dos series de escaleras (eléctricas pero a fin de cuentas escaleras) y mucha mucha gente. Comenzé a correr. El andén aún no se inundaba de gente, siempre es así como si bajaran paulatinamente, punto a favor mío. Corrí hasta doblar a la derecha por un corredor curvo, que da directo a las escaleras. Escaleras eléctricas con una fila de 20 personas que esperaban, demonios ¿Qué no piensan hacer algo de ejercicio? Subí rápidamente por las escaleras normales. otro pasillo, aún con más gente, porque es ahí donde confluyen las personas de las tres líneas diferentes que pasan por la misma estación. Si esquivar gente con graciosos movimientos implicara un espectáculo, tal como lo es la danza o el teatro, seguramente llenaría una temporada completa el Auditorio Nacional con mis extraños pasos a entre la gente. Solo sentí un golpe en una ocasión, seguramente seguido por alguna mentada de madre. Otras escaleras eléctricas, casi vacías gracias a mi rápida carrera de obctáculos, que pude subir aún mas rápuidamente, otro corto tramo corriendo y por fin, llegaba al andén donde estaría el otro metro. No había metro. Diez minutos, no llegaba ningún maldito metro. Y creo que yo denotaba ya algo de desesperación. Se empieza a llenar el andén de gente. Un chico hombre se paró junto a mí, me miraba en ocasiones. —¿Tienes prisa?— me dijo tranquilamente. —Sí, de hecho— respondí con mi típica sonrisa. —¿Y qué ganaste con correr todo el camino hasta aquí?— no respondí nada. —Te vi abajo, esquivando gente y corriendo, y ve, estas junto a mí, y eso que yo llegué hasta aquí tranquilamente— yo solo seguía sonriendo. —¿Tienes una cita?— me preguntó con el mismo tono tranquilo. —Si, ¡ah! ya se me hizo demasiado tarde— volvía mi desesperación. —Seguramente no es tan importante, si fuera algo que te importara no estarías aquí, seguramente ya estarías a unas cuadras de aqué lugar—. No pude responder, llegaba el metro y me sentía aliviado.
Lección 2: "No por mucho madrugar amanece mas temprano" bien dice el dicho... o también podría ser... no te dejes influenciar por extraños en el metro que te ven con ojos de deseo y usan premisas filosóficas para que olvides tu cita y te vayas con ellos (esta última aplicada en aquella ocasión).
Tres de la tarde en punto, mi cabeza recostada sobre el hombro de un chico. Estamos los dos desnudos en un sillón. Me separo de su cuerpo volteó a verlo fijamente, me devuelve la mirada. Minutos interminables de silencio. Los dos tenemos los ojos adornados con ese brillo que precede a las lágrimas. El comienza a hablarme, a hacer preguntas. Continuo con mi mutismo, no puedo decir una sola palabra, solo lo miro. Lo abrazo, el acaricia mi espalda, mientras continua con su monólogo. Acerco mis labios a su oído —Perdón—. Pero al parecer no tenía nada por lo cual sentirme culpable. Mas minutos de mi silencio. Reúno toda mi fuerza, y me trago hasta el fondo las lágrimas y demás para levantarme con una sonrisa. Nuestros rostros vuelven a quedar frente a frente. Pero el daño ya estaba hecho, ni siquiera mi terrible y estúpida risa podía arreglar las cosas.
Lección 3: El silencio puede dañar mucho mas que las palabras... o también podría ser... no siempre puedo sonreir para hacer sentir mejor a alguien.
Supongo que mi único propósito será continuar aprendiendo estas espontáneas lecciones de los sucesos mas clásicos para aplicarlas en la vida, si es que tiene algún sentido... Ah, y prometo, algún día, aprender a hablar...