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- ¿De verdad crees que esa es una buena manera de comenzar una entrada sobre el VIH?
- La verdad es que desde hace un par de días llevo pensando en como abordar este tema y creo que requiere honestidad. Además, tú y yo sabemos que es un tema con el que vivo muy cerca.
Podría comenzar, por ejemplo, comentando que de todo mi nucleo cercano gay, el que incluye a los amigos, los de verdad, el único que no está infectado soy yo. Podría puntualizar también que me da rabia que en varios de los casos, mis amigos fueron infectados por sus parejas y que me da más rabia que los más promiscuos infectaron a los monógamos, los fieles, los que llevaban una vida tranquila. Y entonces seguramente alguna voz se alzaría diciendo que eso no tiene nada que ver, que es igualmente irresponsable hacerlo sin protección una vez que cien. Y probablemente no entenderán la frustración de aquéllos que confiaron en la persona a la que amaban, al darse cuenta de que ese acto de confianza cambió su vida para siempre. Y la mía sigue igual.
Podría, recorriendo el camino por el que nos llevan las ideas, pensar en mi propio caso. Hablar de que tuve sexo sin protección decenas de veces, porque me gusta más así. Me dirían irresponsable y lo fui. Podría alterar la paz mental de alguien cercano que no lo supiera. Y más la alteraría si explicara que tuve sexo sin protección con media docena de personas infectadas, la mayoría de las veces sin saberlo, pero un par de veces a pesar de saberlo. Me mandarían tal vez con un psicólogo, por conducta autodestructiva. Ello me llevaría irremediablemente de nuevo al punto anterior: no estoy infectado. Y entonces pasaríamos al planteamiento metafísico o al biológico: no estoy infectado porque soy inmune o soy inmune porque creo que lo soy. Prueba tras prueba, miedo tras miedo, traición de confianza tras traición de confianza. Pasando por casi trescientos cuerpos, unos con nombre, otros sin él, otros sin rostro. Pasando por la época en la que ponerme un condón me bajaba la erección. Pasando por las bromas de mis amigos, que prometían inmovilizarme, cortarme las venas de la muñeca y hacer lo mismo ellos, para frotar nuestras muñecas sangrantes por un buen rato, porque "o todos coludos o todos rabones".
Podría, recordando el punto de que somos lo que creemos que somos, explicar que sólo uno de ellos ha muerto. Y aclararía entonces que para él fue una liberación, que fue mucho mejor que seguir entre nosotros. Y explicaría entonces que, al igual que cualquier enfermedad, ésta será lo que uno crea que es y tu salud es más bien un estado mental. Porque lo viví junto a los que amo. Porque más de uno ha estado en situaciones críticas, con los peores augurios médicos y siguen aquí. Porque se ven a sí mismos vivos.
Podría dedicar esta entrada. Pero entonces me toparía con el otro punto: la discriminación. La de adentro y la de afuera. La discriminación, una de las hijas predilectas de la ignorancia, de quien tanto hemos hablado. Porque, como me dijeron hace unos minutos: en las pláticas de sobremesa uno puede hablar de que fulanito tiene diabetes, pero no se ve bien hablar de que está infectado de VIH. Y conozco bien la incertidumbre de los seropositivos cuando salen con alguien que les gusta, cuando comienza a ir en serio y tienen que contar su secreto. He visto la tristeza de aquellos a los que nunca volvieron a contestar el teléfono y la sorpresa de los que fueron aceptados sin chistar. Amor, que le dicen.
Podría, pero no sé. Podría, pero no encuentro la mejor manera de hacerlo. Porque al fin, cada quien vive su verdad. Porque el drama es menor a veces al imaginado desde fuera. Porque aprendemos que esta es una segunda oportunidad. Porque aprendemos a vivir un día a la vez. Porque, como muchas otras enfermedades, puede tratarse. Porque estarás vivo mientras creas que lo estás. Porque, como les digo a mis amigos, exagerando un tono fresa: "¿Sabes por qué te va mal en la vida? Porque eres ceropositivo, wey!". Porque la vida te sonríe mientras tú sonrías, con un + o un - en tu diagnóstico.
Para B, R, J, C, E, J y M, con la esperanza de que pronto no tenga que preguntarme si puedo...