De sándwiches y pastillas
Por ejemplo, el no celebrar fechas como la independencia o el día de muertos, para mí no es nada fuera de lo común. Mientras vivía en México, ninguna de esas dos fechas fueron importantes. No salía a emborracharme para dar el grito, ni me entusiasmaba poner altar de muertos ni nada por el estilo.
Mi forma de hablar ha cambiado un poco, pero ese tipo de influencias son difíciles de evitar.
He hecho miles de adaptaciones minúsculas. Desde la manera de caminar en las áreas públicas (cargado hacia la derecha, como si los humanos fuéramos coches, para dejar pasar a los que vienen, por el lado opuesto) hasta el adoptar un lenguaje más ¨sensible¨ a las susceptibilidades de la gente que me rodea.
Con todo y eso, he notado dos cambios en mí, que no vi venir, y que si me hubieran dicho que sucederían, no los habría creído.
1) Ahora me gustan los sándwiches de mantequilla de cacahuate y jalea de uva. Mi versión es con mermelada de uva, porque es más fácil de untar, pero básicamente es lo mismo. Creo que ya lo he mencionado en mi blog personal, pero para los que no saben este tip, les recomiendo, si les gustan estos sándwiches, que metan el pan al congelador. Cuando se les antoje uno de estos sándwiches, pueden sacar las rebanadas de pan que necesiten (el pan estará duro) y podrán untar la mantequilla de cacahuate sin problemas, precisamente por lo duro que va a estar el pan. Igual, la mermelada o jalea de uva la podrán untar fácilmente. Para cuando esté listo el sándwich, el pan estará un poco frío, pero ya no estará tan duro. Si esperan unos 3-5 minutos, el pan estará descongelado, suave y a temperatura ambiente. Yo prefiero comerlo cuando todavía está medio durito, pero ya es cuestión de gustos. El consejo es sólo para que sea más fácil untar las cosas.
Lo sorprendente de este cambio es que cuando recién llegué de México, estos sándwiches me parecían asquerosos. De hecho una vez los probé y casi me dieron ganas de vomitar. Pero una vez una amiga que se iba de vacaciones me dejó su comida, que se le iba a echar a perder si nadie se la comía, y entre las provisiones que dejó había jalea de uva, pan y mantequilla de cacahuate. La curiosidad me ganó y desde entonces me gustan esos sándwiches. Quizás sea la marca de los productos lo que hace que me sepa mejor. Uso mantequilla de cacahuate marca Jiff y mermelada Smuckers. No sé. Yo recuerdo que la mantequilla de cacahuate en México se me hacía asquerosa. La Jiff me gusta. En fin; no sé por qué, pero ahora me gustan esos sándwiches.
2) El segundo cambio que me sorprende es que ahora tomo 4 pastillas diarias.
Recuerdo claramente hace como 5 años que leí en un artículo de revista para mujeres que había una tendencia en la sociedad norteamericana a tomar pastillas. Según el artículo, la mayoría de las personas estaban comenzando a tomar una gran cantidad de complementos alimenticios y otro tipo de productos. Cuando leí ese artículo me quedé pensando en lo absurdo que era. Hoy tomo un complemento multivitamínico (la marca de Walmart equivalente a Centrum; es la pastilla rosita de la foto), una pastilla de aceite de pescado que da Omega 3, 6 y 9 (la de color ámbar), una pastilla de un antioxidante que me recomendaron mucho que se llama ácido alfa lipóico (la amarilla) y finalmente una pastilla de resveratrol (la color café), que es una substancia que se extrae de la uva (del vino tinto, dicen) y que supuestamente retrasa el envejecimiento y ayuda a evitar que a uno le dé diabetes, cáncer y otras cosas así.
Quizás haya otros cambios en mí que no he notado por lo graduales que han sido o por el contexto en el que me desenvuelvo. De cualquier manera, creo que sería difícil vivir como en una burbuja, sin adaptarme de ninguna manera.
En agosto me gradúo del doctorado. Estoy buscando trabajo. La situación económica está dura y el mercado laboral no parece estar muy bien en este momento. Si las cosas salen bien, me quedaré por aquí algunos años más, pero si no, regresaré a mi querida Xalapa a ver de qué puedo ganarme la vida. ¿Alguien quiere darme trabajo?